sábado, noviembre 19, 2005

Los hijos a menudo son reflejo de sus padres

En sus acciones y actitudes, su comportamiento y sus rasgos personales. Un niño es como un barómetro: registra de modo visible las influencias y presiones tanto positivas como negativas que lo afectan. A menudo, la alegría y la seguridad, la generosidad y el optimismo se manifiestan en el niño en el mismo grado como en sus padres. Lo mismo ocurre con las emociones negativas. Cuando un niño detecta ira, cobardía, inseguridad o intolerancia en un adulto—más aún cuando él mismo es el objeto de esas emociones—al poco tiempo también las veremos en él.
"Cada día, cada hora, cada minuto, obsérvate y procura que tu imagen sea luminosa. Pasas cerca de un niño, pasas colérico, dejas escapar una mala palabra, llena de ira el alma; tú quizá ni te has dado cuenta de la presencia del niño, pero él te ha visto y es posible que tu imagen desagradable y ofensiva se quede grabada en su corazoncito indefenso. Tú no lo sabías, pero quizás has arrojado ya en él una semilla mala, que quizá germine, y todo ello… por no haber educado en ti el amor circunspecto y activo".
Por ejemplo, cuando el niño que acaba de aprender una norma de conducta descubre que sus padres no la respetan por algún pretexto, y hacen excepciones. En general, todo eso es relativamente inofensivo. Es parte de la vida.
Ahora bien, el asunto se pone más serio si le enseñamos al niño, “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago.” Es más común de lo que se cree. En una situación tras otra, entre bromas y veras, el niño aprende que nada es tan blanquinegro como para que se pueda distinguir claramente lo malo de lo bueno, hasta que tiene la mala suerte de tomar una decisión equivocada. Entonces lo castigamos por su falta de juicio. Y siempre le parecerá que el castigo ha sido injusto.
Los adolescentes,son tan susceptibles a mensajes encontrados y límites mal definidos, que ellos no demoran en resistir por ser claros indicios de la hipocresía de sus padres. Pero también he aprendido que el peor conflicto familiar se resuelve fácilmente, si los padres tienen la humildad de admitir que sus expectativas eran imprecisas o injustas; la mayoría de los jóvenes no tardarán en responder y perdonar.

Los adolescentes de hoy, ¿contra qué se rebelan con tanta vehemencia?

Para mí la respuesta es simple: contra la hipocresía. Admito que es una palabra fuerte, y quizás sea injusta. Pero es la triste verdad que hay padres cuya conducta contradice las normas de comportamiento que exigen de sus hijos. Véase el angustiado desahogo de una estudiante universitaria en Texas, quien, después de la masacre de Columbine, se sintió obligada a explicar por qué, a su modo de ver, las cosas “se habían puesto tan malas”.
Sin duda, los padres de aquellos adolescentes los han exhortado más de una vez que consideren su porvenir, su salud y su obligación de aportar algo a la sociedad. Pero los hijos no son tontos; saben muy bien que, en realidad, sus padres se preocupan más por que saquen buenas notas que por su bienestar. Por lo tanto, se rebelan.Está muy generalizado el estereotipo de que la angustia adolescente no es más que “una fase”. Al adolescente siempre le ha exacerbado la autoridad de sus padres; eso no cambiará. Sin embargo, cuando la rebeldía se convierte en un hábito, no podemos pasarlo por alto. Tenemos que buscar los motivos más allá de las apariencias. Ahora las siguientes preguntas puedan entenderse como otras tantas acusaciones, a mi parecer cada una de ellas es válida; padres y madres tienen la obligación de tomarlas en serio. Los problemas que plantean son complejos, y sería difícil resolverlos aquí. Pero tienen un tema central común a todas, y es la percepción que se ha difundido entre los jóvenes adultos de que sus progenitores son unos impostores.

¿Por qué mintieron, la mayoría de ustedes, cuando profesaron votos de mantenerse unidos “hasta que la muerte nos separe?”.
¿Por qué se engañan con la idea de que, a la larga, el divorcio es lo mejor para los hijos?
¿Por qué tantas madres y padres divorciados pasan más tiempo con sus nuevos amantes que con sus hijos?
¿Por qué sucumbieron a la idea de que personas extrañas en una guardería infantil brindan el mismo cuidado a sus hijos como mamá o papá?
¿Por qué desean que guardemos algo de nuestra inocencia infantil, y al mismo tiempo nos permiten ver películas de contenido violento?
¿Por qué tienen tanto miedo de decirnos que no, de vez en cuando?
¿Por qué no son capaces de decir un te quiero hijo(a) durante nuestra vida?

Llámennos lo que quieran, pero se sorprenderán al ver que no nos amoldamos a sus prolijas categorías… Ha llegado la hora de cosechar lo que sembraron. Aunque no lo crean, les aseguro que [Columbine] parecerá insignificante al lado de lo que podría ocurrir cuando la desamparada generación “¿por qué?” llegue al poder.


"No tengas cuidado si tus hijos nunca te prestan oído. Pero sí ten cuidado: siempre te están observando."
Robert Fulghum